Guillermo Sheridan: entre la poesía y la beligerancia política
Con su particular estilo irónico, el investigador, ensayista y cronista Guillermo Sheridan brindó la charla "Crónica: la mirada de un escritor" en el ITESO, en la que conversó, entre otros asuntos, sobre poesía y democracia.
Oliver Zazueta
Guillermo Sheridan asegura que últimamente se le ha quitado la capacidad de burlarse, que es imposible reírse en un país en el que sus políticos son una parodia constante. Y si bien quizás el humor haya huido de sus letras, no desaparece en sus gestos cotidianos, en su roce con los otros.
Es de tarde, casi noche de jueves, y el periodista y crítico literario llega al ágora de la Biblioteca Dr. Jorge Villalobos Padilla, SJ, del ITESO con un característico andar pausado y manos entrelazadas por detrás de la espalda. El público lo recibe con aplausos, y el aludido voltea a ver si hay alguien más detrás de él que lo merezca. Viene a platicar en el marco de las actividades de Guadalajara Capital Mundial del Libro, y la charla se titula "Crónica: la mirada de un escritor", pero de una vez repasa temas tan importantes para su vida como la poesía, la acción política y sus días aciagos en la Perla Tapatía.
"¡Qué horror! Llegue a la edad en que es inevitable decir: ‘Cuando yo era joven'", menciona a sus 72 años, al percatarse de que la Guadalajara que conocía, aquella en la que experimentó su primer amor, donde dio su primer beso y conoció la desnudez femenina; en la que aún era posible ver campos, milpas y burros pastando, no tiene nada que ver con todo lo que se encontró ahora: "Un estacionamiento infinito rodeado de tiendas de comida".
La plática, moderada por Iván González Vega, coordinador de la Licenciatura en Periodismo y Comunicación Pública del ITESO, pronto entra a los territorios más devocionales de Sheridan: la poesía, a la cual le ha dedicado la mayor parte de su vida profesional, particularmente a la lírica mexicana moderna y contemporánea, lo que se refleja en sus estudios de autores como José Juan Tablada, Carlos Pellicer, José Gorostiza, Ramón López Velarde, Xavier Villaurrutia u Octavio Paz.
"La poesía es para mí una profesión de fe, es casi una religiosidad; es algo que es mucho más que un interés, es lo que yo hago en serio, es mi vida como investigador y como escritor. Las crónicas y el periodismo son cosas que hago con la mano izquierda para ganarme la vida. [...] La forma más sagrada del lenguaje es la poesía", expresa.
El arte poético vine engarzado en el amor familiar. Sheridan narra que, de niño, sus dos abuelas, una "gringa" y una mexicana –dos mujeres formidables nacidas en 1900, según recuerda–, le recitaban poemas en sus respectivos idiomas, y desde entonces descubrió ese misterio fantástico que consiste en entrar al ámbito del lenguaje, reconocer la sonoridad, el ritmo y la belleza.
"Era el deleite de la rima, de la cadencia, todo emanando de la voz de unas abuelas erigidas como representantes mitológicas del origen del mundo", cuenta.
Esta fascinación poética no lo hace ser ciego a la realidad nacional: sabe que la poesía será para los pocos que busquen acercarse a ella y no hay más, al menos en un país como México, donde el vocabulario promedio de un joven de 18 años es de 2 mil 400 palabras y el contacto con el elíxir de la poesía no ocurre como en otras latitudes, donde se entiende que la riqueza del lenguaje está relacionada con la sanidad de la inteligencia y que amar a la lengua será útil para formar buenos ciudadanos: "Con nosotros no fue así. No hay nada que hacer, la poesía es cada vez una actividad más clandestina, es una causa perdida", reconoce.
Su principal ocupación en estos días es la beligerancia política. ¿A qué se debe este ánimo combativo y esta negación de la ironía? El apellido de Sheridan ha sido llevado y traído en los medios desde que destapó el presunto plagio de la tesis de licenciatura de la ministra Yasmín Esquivel, pero la cruzada del académico va más allá: su preocupación mayor, explica, son las amenazas a la democracia, en especial al Instituto Nacional Electoral (INE), por parte del poder presidencial.
"Yo pertenezco a una generación que luchó muy en serio, por ejemplo, para tener elecciones libres, me preocupa mucho lo que está pasando. El INE es una empresa de cuenta larga, son luchas que se desarrollan muy lentamente, que involucraron a muchas generaciones. […] No podemos correr el riesgo de que desaparezca; sería restituir un tipo de convivencia política, de ejercicio de la vida cívica, sería como estar en 1968 de nuevo. Lo que es increíble es que se esté restaurando algo que ya habíamos creído vencido, eso le quita cualquier posibilidad de humor a la situación, pasa de la comedia a la tragedia", dice el autor de numerosas crónicas, actividad que, por ahora, tiene en pausa.